Matinées y alcohol: ¿hay un equilibrio posible en la noche de los adolescentes?
El Observatorio de Adicciones y Consumos problemáticos de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires hizo un focus group con jóvenes de entre 18 y 30 años: la mayoría reconoció haber conducido ebrio y dijo conocer al menos a una persona que terminó en un coma alcohólico. Por eso, la Defensoría estima que uno de cada tres jóvenes de la provincia bebe en exceso.
El asunto tiene un horario: la noche. Y algunos territorios: los boliches clandestinos o sin control, los bares, las casas y la calle.
“El principal problema de los jóvenes y la nocturnidad es el consumo de alcohol durante la noche y en las previas”, dice Pía del Castillo, directora ejecutiva de la Fundación Padres, una ONG que desde 2002 viene trabajando sobre estos temas. “De ahí hay consecuencias en sexualidad, siniestros viales y riñas”.
Según una encuesta de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (SEDRONAR), de 2017, cerca del 50% de los menores encuestados dijo que había probado alcohol en el último mes, lo que representa un total de 82 mil niños y adolescentes. Los más jóvenes, de 12 años.
Hace poco, la Fundación Padres publicó un “Top Ten de Requisitos para el Boliche” que incluye: “Llegar entonado del ‘pre-bo’”, “Tener siempre un trago en la mano”, “En lo posible tener un cigarrillo en la otra mano”, “Empezar una pelea”, “Levantar a cualquier amigo que esté sentado descansando”, “Estar borracho o simular que lo estoy” y “Tratar de que mis amigas/os me vean con un/a chico/a”.
“Las previas son un programa en sí mismo”, sigue Del Castillo. “Algunos padres las han naturalizado y prefieren que sus hijos tomen en su casa para cuidarlos, pero es una falacia: se van y los dejan solos. Y está demostrado que el consumo precoz daña el cerebro. El alcohol está convirtiéndose en una epidemia”.
Dos años atrás, la ex diputada Mirta Pérez se puso a trabajar en un proyecto relacionado con la noche, los adolescentes y las matinées de las discotecas. “Hay un momento en la preadolescencia en el que los chicos quieren libertad, quieren ir a bailar y se te empiezan a ir de las manos”, dice. “Todos los padres los llevamos y los traemos, pero no sabemos qué pasa en esas cinco o seis horas en las que están en un boliche”.
En los últimos años hubo algunos casos para preocuparse: el humo de República de Cromañón se cobró la vida de 194 personas en 2004; el derrumbe de un balcón adentro del boliche Beara mató a dos en 2010; y las pastillas de éxtasis, la deshidratación, el hacinamiento y la pésima atención médica provocaron el fallecimiento de cinco en la fiesta electrónica Time Warp en 2016. A eso hay que sumar las palizas de los porteros de seguridad, bastante frecuentes, sin importar la fecha.
“Creamos Bailar Seguro, una app, para atacar los problemas de la nocturnidad porque todos vivimos de día, pero la noche es algo misterioso”, sigue Pérez. La app está lista pero depende de la autorización del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para comenzar su funcionamiento. Para diseñarla, la ONG Bailar Seguro (se llama igual que la app) firmó convenios y mantuvo reuniones de colaboración con la Cámara de Empresarios de Discotecas y Entretenimiento de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CEDEBA), la Agencia Gubernamental de Control (AGC, del gobierno porteño), el Registro Nacional de Personas (RENAPER) y la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Y esperan poder aliarse también con la SEDRONAR, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y el Ministerio de Seguridad.
Funcionará así: un chico bajará la app y vinculará en su cuenta a un mayor (su padre, su madre o un encargado), y en el boliche adonde vaya también tendrán la app. En la puerta de la matinée, el chico se tomará una selfie y la enviará, junto con su número de documento, a la base de datos del RENAPER. El portero de la discoteca también tendrá la app y, si los datos enviados son certeros, dejará pasar al chico. Además, el adolescente podrá pagar mediante un código QR que también podría llegar a servir para costear el transporte, de modo que él no tenga que llevar dinero.
De esta manera, los padres sabrán dónde está el adolescente, el Gobierno tendrá un mapa de calor y afluencia de personas para enviar inspecciones en ese mismo momento, y la discoteca tendrá un contador de personas. En la Ciudad de Buenos Aires hay 92 discotecas habilitadas y, de esas, cuatro tienen matinée hasta las doce de la noche.
Más datos: la mitad de los jóvenes de entre 14 y 24 años sale de noche al menos una vez por semana, y el 18,5% lo hace hasta tres veces, según un estudio realizado por la Universidad de Palermo y TNS-Gallup.
La mitad (51%) de los jóvenes que salen de noche con alguna frecuencia piden autorización a sus padres; un poco menos de la otra mitad (46%) no lo hace. misma proporción, no lo hace (46%). Y los varones (41%) piden autorización en menor medida que las mujeres (61%). Se preguntó entre los que salen de noche con alguna frecuencia, si tienen una hora pautada para volver a casa: cuatro de cada diez efectivamente tienen que volver a un determinado horario, mientras que seis de cada diez no.
“El principal problema de la nocturnidad es la clandestinidad: es el cáncer de la noche”, dice Omar Capalbo, presidente de la Cámara de Discotecas. “A los boliches clandestinos sólo les interesa la plata y no tienen ningún tipo de seguridad o atención médica. Pero para nosotros, que tenemos los boliches habilitados, la seguridad de los chicos no se negocia. Por eso la app es tan importante: el padre va a saber que su hijo está en un boliche legal con personal que sabe RCP y con un área protegida”.
Capalbo, a quien se puede encontrar en su club Dorsia, de Puerto Madero, dice que hace algunos años había 150 discotecas (58 más que ahora), pero que la crisis y algunas medidas restrictivas de la Ley de Nocturnidad porteña (como la prohibición de la venta de alcohol luego de las cinco de la madrugada) favorecen a los locales clandestinos. “Y si una chica se desmaya o empieza a convulsionar en uno de esos boliches, no sólo no la atienden, sino que la sacan a la calle para no hacerse responsables”, dice.
“Pero sin el apoyo de la Legislatura y de las fuerzas políticas, no vamos a poder seguir adelante con todas nuestras propuestas”, sigue Capalbo. De hecho, está demorado un proyecto porteño para cambiar la edad de ingreso a las matinées (bajarla de 15 años a 13, “porque, les guste o no, los chicos de 13 van a bailar y si no pueden entrar a una matinée habilitada, van a una clandestina”, explica Capalbo).
El Gobierno de la Ciudad inspecciona especialmente a los bares que levantan las mesas y arman noches de baile: son boliches clandestinos y su tipificación en los registros internos de la AGC es “desvirtuación de rubro”. “Es lo que más controlamos en nocturnidad y además los vecinos lo denuncian mucho llamando al 147”, dicen desde la AGC.
Mientras tanto, Mirta Pérez cree que una parte del problema empieza en casa. “La nocturnidad es una problemática muy difícil, pero los padres también influyen: algunos chicos empiezan la previa en la casa”, explica. “Hay padres que dicen que prefieren que su hijo tome en la casa y no afuera, pero el chico ese cuando sale puede hacer un desastre… La nocturnidad debe ser para disfrutar, pero me preocupa con respecto a los chicos”.
Pía del Castillo no cree que las matinées sean el fondo de la cuestión, y coincide en poner el foco en la familia: “Desde muy chicos hay que educar con límites, enseñar a nuestros hijos a cuidarse, a tener hábitos, a desarrollar su autoestima. Así tendrán más herramientas para cuando quieran salir a los 13 años”.
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